Estás hart= de pagar por las hortalizas, o de saber que lo que te comes se ha cultivado con produc- tos anti-naturales y cancerígenos, o de beneficiar a las grandes empresas que explotan y engañan a los agricultores, o de que te sepan los productos vegetales a plástico. Por todo esto y mucho más considero que es bueno tener tu propio huerto y cosechar el mayor número de hortalizas y demás que se pueda. Ganarás en salud y también les cortarás un ingreso más a los empresarios. Si tienes sitio (no importa si es poco, ya sabemos todos que menos da una piedra), aprovéchalo y cultiva.
PRIMEROS PASOS
El compost: esta es una materia orgánica en descomposición, o sea, alimento para las plantas. Para hacerlo, sigue estos pasos: busca un sitio a la sombra; es importante que no le de el sol (se seca y es malo). Debe estar sobre suelo de tierra, no sobre cemento o variantes, y siempre al aire libre y protegido del viento. Removemos la base de la tierra y empezamos a depositar materia orgánica que se descomponga rápidamente (hojas de árboles, pequeñas raíces, ramas, serrín, peladuras y restos de fruta, verdura, hortalizas, excrementos de animales de granja…) Pero todo esto debes mezclarlo con tierra (un poco, si te pasas la mezcla sería muy pobre; hecha más excremento que tierra, entendiendo por excremento, la materia orgánica).
El montón de compost no debe ser demasiado grande (1´5 mts. de alto y 1´5 mts.de ancho, como máximo). Se puede hacer más pequeño o si se necesita más, hacer varios montones separados. Después debes mojarlo, pero sin encharcarlo, y removerlo bien para mezclarlo. Deberás repetir esto cada 1 o 2 semanas, durante 2 meses aproximadamente.
Importante: Espera a tener todo el montón hecho para mezclarlo y mojarlo porque una vez hecho esto, ya no es bueno añadir materia orgánica (tendría parte descompuesta y parte no). Por eso es bueno hacer varios montones progresivos; así cuando se te acaba uno, tienes otro listo. Cuando el compost esté listo, si tiene lombrices es bueno, no las quites. Si tiene bicho bola, mucho mejor.
El terreno: Debes preparar la tierra antes de sembrar nada en ella. Para ello, cava o labra la tierra con unos 20 o 30 cmts. de profundidad. Remueve bien la superficie. Quita los cristales, metales, trozos de escombro… y tíralos. Las malas hierbas que hallas quitado no las tires, sé un poco listo y para el compost. Deja el terreno llano, pero no completamente liso, para que se airee. Espera 15 días para que la tierra se oxigene. Plántala después de este tiempo y, si tienes compost, échale por encima (como mantillo); si no, espera a que esté listo para echárselo.
LA HUERTA ORGÁNICA
Es una forma natural y ecológica de producir hortalizas sanas durante todo el año. Para hacerlo, se necesitan un buen trabajo de la tierra y respetar tres fundamentos principales: acondicionamiento de plantas, rotación adecuada y abonos orgánicos. Además de esto, una huerta requiere: buena exposición al sol, cerco perimetral, fuente cercana de agua, semillas y herramientas.
Una familia de cuatro o cinco personas puede obtener verduras frescas para su consumo en 100 mts. de te- rreno. La mitad del espacio la ocuparemos con tablones de verdura, a lo que llamaremos “huerta orgánica intensiva”. El resto lo dedicaremos a cultivos menos intensivos (maíz, zapallo, porotos, habas,…), a los que llamaremos “chacra”.
La “huerta orgánica intensiva”: Cuatro o cinco tablones de verdura son suficientes para abaste- cer a una “familia tipo”. ¿Cómo preparar estos tablones o canteros?. Una vez que el terreno esté limpio de yuyos, cascotes y vidrios, marcamos los tablones con estacas e hilos. Para caminar sin problemas, conviene dejar senderos de 30 ó 40 cm de ancho entre los canteros. Aconsejamos no dar vueltas a la tierra, ya que la mejor, por poca que sea, es la superficial. Procederemos así:
- Hacer una zanja de 30cm de ancho y otros tantos de profundidad.
- Dejar la tierra de la zanja en la cabecera.
- Hacer cortes de unos 5cm de panes enteros de tierra; sin modificar la posición que tenían, los colocamos en la zanja anterior. De esta forma, trabajaremos todo el tablón.
- Rellenar la última zanja con la tierra que sacamos de la primera. Desmenuzar los trozos grandes de tierra con la azada y aquéllos que no podamos desmenuzar, los dejamos al costado del tablón.
- Rastrillar para dejar la superficie pareja. Con los tablones preparados, ya podemos sembrar.
La siembra: si es directa, las semillas grandes, fáciles de , manejar y fuertes para germinar, se siembran directamente en el lugar en que crecerán. Es el caso del zapallo, zapallito, maíz, poroto, acelga, espinaca y remolacha. También algunas semillas pequeñas, como la zanahoria, perejil, rabanito, escarola, lechuga, etc., pueden sembrarse directamente.
Siembra en almácigos: La mayoría de las semillas chicas, más delicadas, deben tener cuidados especiales hasta que sean colocadas en su lugar definitivo: se simbran en almácigos. Así ocurre con el tomate, pimiento, cebolla, repollo, coliflor, apio, lechuga, puerro y berenjena. Los almá- cigos pueden hacerse con cajones de madera. Se coloca en ellos tierra gorda, bien refinada, y se ubican sobre ladrillos en un lugar abrigado y con luz. Así podremos ir cuidando las plantitas a medida que crezcan, sin que les falte agua y protegiéndolas del frío o calor excesivos. Ya cuando tengan tres o cuatro hojitas o el tallito alcance el grosor de un lápiz, estarán listas para ser tras- plantadas al lugar definitivo de cultivo.
Asociación de plantas: significa sembrar o plantar juntas aquellas plantas que, por un motivo u otro, se complementan, beneficiándose entre sí. Así produciremos alimentos que imitan a modelos de la naturaleza, donde ciertas plantas crecen mejor estando en compañía de otras. Sin embargo, como ocurre con las personas, no todas se llevan igualmente bien, por lo que debemos aprender a conocer las buenas y las malas compañías entre los vegetales. Ejemplo de buenas asociaciones son las plantas de maíz (remolacha y zanahoria) y verduras de hojas (lechuga, escarola, espinaca), que extraen nutrientes de diferente profundidad.
Algunas plantas repelen los insectos, mientras que otras hospedan insectos beneficiosos para ellas. Ejemplos de esto son puerro o cebolla con zanahoria, albahaca con tomate y remolacha con repollo. Conviene asociar plantas de diferente especie en cada tablón, ya que así se aprovecha mejor el espacio, las plantas no “compiten” entre ellas, se defienden mejor de las malezas y se logra un efecto protector frente a las plagas.
Rotaciones: no todas las plantas se comportan de la misma manera con la tierra. Las distintas especies tienen “preferencias” por algún nutriente en particular. Algunas, incluso, pueden mejorar la fertilidad de la tierra. Rotar significa “armar” adecuadamente diferentes cultivos en el tiempo. Un ejemplo de rotación en la huerta orgánica intensiva es el siguiente: legumbres como habas, arvejas y porotos aportan fertilidad a la tierra. Son imprescindibles en la rotación si queremos obtener verduras de forma continua. Las rotaciones nos permiten evitar enfermedades y plagas, conservar la fertilidad de la tierra y tener hortalizas todo el año.
Abonos orgánicos: otra forma de mantener la fertilidad es incorporar a la tierra abonos orgáni- cos. Éstos, sumados a una adecuada rotación y asociación de plantas. Lo llamamos “compuesto” porque se logra con la mezcla de restos orgánicos (residuos de yuyos, paja, ceniza…) y tierra. Es, por tanto, un abono que podemos obtener de forma casera. En pocos meses se convertirá en un abono “rico” con el que las plantas se alimentarán. Hay que regar la pila para asegurar una buena cantidad de humedad y protegerla con algún material (plástico o chapa), para evitar que las lluvias perjudiquen la “fermentación” del preparado. Algunas variantes para hacer el abono compuesto:
- En pozo: acumulamos los desechos en pozos o zanjas. Este sistema no es apto para zonas secas; en cambio, en zonas húmedas es recomendable, aunque sólo en verano, ya que en invierno el exceso de humedad cubre el preparado.
- En tacho: necesitaremos un tacho de 200 litros, sin tapa, sin fondo y con agujeros en toda la superficie. Para mayor comodidad, podemos asentarlo sobre ladrillos, dejando un espacio (que taparemos con madera), por donde extraeremos el compuesto más adelante. Vamos tirando en él, todos los días, los restos de cocina (hierba, cáscara…), hojas, pastes, yuyos con raíces… Cada cierto tiempo, agregaremos una capa de tierra y removeremos con la horquilla para airearlo. Por último, taparemos el tacho para que no le entre agua de lluvia.
Separación del abono: Para separar el abono usaremos una horquilla o una zaranda de 1cm de malla. Obtendremos así tres tipos de materiales: uno más grueso, formado por el material aún no descompuesto, con el que iniciaremos una nueva abonera; uno mediano, que no atraviesa la zaranda, el cual usaremos como capa protectora del suelo y entre las plantas y llamaremos “abono de superficie”, que, además de funcionar como abono, evitará que crezcan yuyos y que la tierra se reseque; otro material más fino y grumoso, que podemos utilizar como capa superficial de los almácigos y en los tablones. Antes de la siembra de verduras, trabajaremos el tablón con la horquilla (superficialmente) y le incorporaremos, aproximadamente, una carretilla de abono cada 465m cúbicos de tierra. Luego rastrillamos para dejar que el abono se incorpore.
Además de aumentar la fertilidad de la tierra por medio de las rotaciones, podemos aportarle fertilidad adicional con la incorporación de abonos compuestos. También las verduras asociadas se beneficiarán entre sí y aprovecharán de forma equilibrada esa fertilidad. Con estos elementos obtenemos una producción continua y, aunque la tierra no descansa, no pierde su riqueza.
La chacra: hemos llamado así a un modelo de producción donde los cultivos no crecen aislados, sino “asociados”, complementándose unos a otros. Estos cultivos pueden ser, por ejemplo, maíz, zapallo y poroto, a los que puede unirse la mandioca, o también, papas y habas. No necesita una gran preparación del terreno ni mucha agua para el riego.
En primavera, cuadricularemos el terreno para que no entren animales, con alambre liso o hilo de plástico, sosteniéndose con estacas o con los materiales que encontremos. Cuando la mata de maíz tiene 30 cm. de alta, hay que arrimarle tierra con la azada o la pala. En la misma operación, sembramos porotos al pie de cada mata de maíz, y entre éstas, donde está acumulada la materia orgánica, sembramos el zapallo; y regamos.
En otoño, picaremos las cañas de maíz con machete y las amontonaremos entre los tocones (raí- ces y pies de la caña de maíz) que han quedado. Se pican los tocones con la pala o, mejor aún, con el pico. Se puntea la tierra, siguiendo la línea de esos mismos tocones, haciendo franjas de 30 ó 40 cm. Entre esas franjas, se mantendrá la distancia de 1’4m que teníamos entre maíces. En las franjas punteadas, sembramos habas o acelgas. Cada franja nos da para dos líneas de habas.
Algunos preparados para controlar insectos
- Solución de tabaco: macerar 60 gramos de tabaco en 1 litro de agua, agregándole 10 gramos de jabón blanco. Pulverizar diluido en 40 litros de agua.
- Alcohol de ajo: licuar 4 ó 5 dientes de ajo, ½ litro de alcohol fino y ½ litro de agua. Colar y guardar en frío.
- Solución de kerosene y jabón: hervir 25 gramos de jabón blanco en 1 litro de agua, hasta diluir. Mientras hierve, añadir el kerosene. Mezclar enérgicamente hasta lograr una emulsión cremosa.